Marzo: el mes en el que nacieron todas las flores ¡felicidades má!

jueves, 17 de septiembre de 2015

Sobre vivir

No sabía cómo comenzar a escribir este post cuando por coincidencia me topé con esta joya de video que muestra un pensamiento de vida del expresidente de Uruguay José Mujica en tan sólo 47 segundos:

martes, 4 de agosto de 2015

Minicuento "El mensaje"

Hace algunos meses escribí este cuentito que ahora les comparto. No estoy del todo contento con él, siento que adolece de algo, pero imagino que así es el proceso del escritor, cuando llegue el momento de darle su pimpeada (si es que la necesita) lo haré. Mientras tanto:


El mensaje

Desperté cuando sentí un ligero roce. Miré a la culpable, una pequeña niña famélica se paseaba por el vagón entregando papelitos a los pasajeros.

miércoles, 29 de julio de 2015

No voy a decir quién eres

Un textito que surge como resultado de un encuentro fortuito que experimenté hace algunos meses.


No voy a decir quién eres

Crónica de los encuentros con una mujer

No voy a decir quién eres. Tal vez hasta cambie el color de tu cabello, y no hable del brillo de tus ojos; baste con decir que un día se cruzaron nuestros caminos, y que a partir de ese instante aprendimos a sonreír cuando nos veíamos, y a saludarnos amistosamente sin ninguna pretensión o propósito, inclusive quizá algún día estrechamos nuestras manos núbiles y las dejamos ahí por algunos minutos. No lo sé, no lo recuerdo. En esa época, en ese preciso momento podrían haber cambiado nuestras vidas. Me habrías dicho que te gustaba, y yo, muerto de la vergüenza no habría atinado qué hacer, ni qué decir. Tal vez me habría quedado mudo por algún tiempo indeterminado, impávido del susto por saber que le gustaba a una niña como tú. Habrían pasado varios días de estupefacción y solitud, y entonces, en un instante de revelación, me habría despertado del letargo con un agudo e incesante repiqueteo en el corazón. Seguramente habría corrido como un loco en tu encuentro para tomar tus manos y decirte que también me gustabas, y con una sonrisa infantil te habría besado tonta y desordenadamente, como lo hacen los gorriones párvulos que aún no saben volar pero se dan sus piquitos sobre el tronco del árbol en que nacieron.


No sucedió.


Pasados los años y por casualidad, te encontré nuevamente. Ibas de la mano de otro, pero eso no me importó, me limité a mirarte sólo a ti, como se hace con los espejismos en los que desaparece todo lo que se encuentra a tu alrededor excepto el objeto de tu fascinación. De verdad eras un sueño. Tus rasgos de niña seguían ahí, pero habían dado paso a la mujer espectacular que posaba sus ojos sobre mí. Me miraste tímidamente y sonreíste, tal vez por sorpresa, tal vez de indiferencia. Sólo recuerdo que como en aquellos ayeres nos abrazamos cariñosamente, envueltos en un gesto caluroso, armónico, cándido, apenas con tintes del hombre y mujer que comenzábamos a ser, así, juntos, pero a la distancia, una pareja que no fue, amantes frente a frente que no eran.


Nos despedimos por varios años más.

Eso nos lleva al día de hoy, a este encuentro, a este acaso afortunado que nos vuelve a presentar el destino. Sí, he vuelto a mirar tus ojos. Las circunstancias del espacio y el tiempo nos han llevado por caminos muy distintos. Sin embargo en esta ocasión había algo diferente, las aguas otrora turbulentas esta vez se nos presentaron sosegadas, diáfanas, instigantes. Lo supimos. Nos contemplamos y lo reconocimos. Dejamos atrás los tapujos presentes y las falsas facetas, las palabras innecesarias y los obstáculos que representan las personas que nos rodean, y, por fin, nos besamos, profusamente, tomándonos el tiempo que en tantas vidas cultivamos, revelando la cadencia de dos almas perdidas que volvían a encontrarse en otra época, descubriendo los labios que nacen de la exaltación de saber que este beso, aquel con el que soñamos tú y yo durante incontables días, al fin había posado su calor inextinguible sobre nuestra existencia.   

lunes, 22 de junio de 2015

Minicuento "El secreto"

Un cuentito que explica el secreto del por qué los hombres somos más propensos a ser infieles.

El secreto

Y he aquí que el buen padre, alentado por los consejos de la madre, se acerca a su hija sollozante para consolarla por el engaño de su pareja:  

—Hijita mía, no voy a defender la infidelidad de nadie, pero has de saber la razón del por qué los hombres somos más propensos a este tipo de equivocaciones tan ajenos al entendimiento femenino: una vez que una mujer nos rompe el corazón por primera vez, éste se fragmenta en dos o más partes. Sufrimos, como antes amamos, profundamente, con un dolor que pareciera no tener fin. Y entonces, cuando piensas que has tocado fondo, sucede el prodigio exclusivo de nuestro género; llámale como quieras, misterio o fenómeno, lo cierto es que es un milagro y privilegio al mismo tiempo: acontece que cada uno de los pedazos se regenera adquiriendo una nueva conciencia y, créelo o no, cada parte aprende a amar por separado, es por ello que podemos querer a una, dos, tres, o a tantas mujeres como lo grande que haya sido el daño...

La madre —que hasta ahora escuchaba atentamente—, rechina los dientes mientras torna sus ojos iracundos en busca del sartén más cercano.

martes, 2 de junio de 2015

Minicuento "El héroe"

Hoy volví a mi taller de creación literaria después de un mayo súper Godínez, así que para conmemorarlo (y fuera de horario infantil) les comparto un cuentito que causó algo de polémica por su temática.

Quiero aclarar que el personaje no soy yo, ni representa mi ideología, ni mis creencias, ni está inspirado en un hecho real ni nada por el estilo, jaja; hay personas que se vuelan en sus interpretaciones de lo que escriben otros. Entonces ya dije, léase con la mente abierta (sobre todo las mujeres).

Igual y estoy exagerando, si lo leen me dan su opinión ¿vale?

El héroe

Desperté con un terrible dolor de cabeza. El cerebro me punzaba y todo me daba vueltas. La luz entraba cabronamente por la ventana, así que giré el rostro para esconder mis ojos y descubrí que ella estaba ahí a mi lado, ahogada de borracha, pero preciosa en la tranquilidad que sólo puede lograrse después de meterse de todo por horas, horas y horas. Se me paró. Pensé en aprovechar la situación para echarme una paja en chinga loca, pero rápidamente deseché la idea cuando comencé a desabrocharle la blusa y no se movió ni tantito, ni un milímetro, de verdad que estaba muerta; entonces decidí aplicar el mañanero completo, sinceramente una cosa un tanto osada, considerando que no era mi vieja ni nada, pero al final supuse que a ella no iba a importarle lo que le hiciera en ese preciso momento.

Me chupé las yemas de los dedos y puse manos a la obra. Despacito le desabotoné el pantalón y le bajé el cierre, jalé temblorosa pero delicadamente. Casi lloro de la felicidad cuando se asomaron sus calzones rosas. Bendecí mi suerte, apreté los dientes y tomé los bordes con ambas manos, pero cuando comencé a bajárselos me detuvo una inscripción inesperada. Su pelvis rosa estaba defendida por un hito escrito con marcador negro —imagino que indeleble— que enunciaba solemnemente “Esta pucha es mía”. ¡No mames! No les voy a mentir, el mirar esa frase en perfecta caligrafía me desconcertó un poco y me hizo pensar en la naturaleza de lo que estaba haciendo, por un momento decidí desistir, pero luego lo pensé mejor y estuve seguro de que la persona que había escrito eso era tan egoísta y mamona que no merecía mi consideración, ¡mira que dejar que esa preciosura fuera material para un solo pendejo! Me pareció la idea más estúpida e inaceptable del mundo.


Me paré como pude y avancé trastabillando hacia mi escritorio, abrí un cajón y saqué un marcador. Di la vuelta, me arrodillé ante ella y con el arma desenfundada justo arriba de su vagina escribí con letras grandes y rojas, para él y para el mundo entero: “¡Y ahora, también mía, y tuya, y de todooos cabrones!”.