Pero no les cuento más, mejor les dejo el cuento (valga la redundancia):
Mi novia eléctrica
Mamá
puso tremendo grito en el cielo cuando le informé mi idea de adquirir una de
esas muñecas electrónicas que servían como pareja.
Pasaron
semanas antes de que escuchara las razones de mi decisión, entre ellas el que
con una mujer eléctrica tendría que hacer una sola gran inversión y no
múltiples, constantes y pequeñas como con una de carne y hueso, lo que a la
postre terminaría siendo una mayor pérdida si ella decidiese dejarme algún día.
Otro punto importante era la fidelidad, dado que a diferencia de los primeros modelos
que podían reprogramar sus lealtades (cosa que disparó el robo de novias
eléctricas en miles) la tecnología había llegado al punto en que su
programación podía ser salvaguardada para un solo hombre, sin la posibilidad de
que otro pudiera corromper su virginidad de impulsos eléctricos. En cuanto a
las mujeres de a de veras mejor ni hacemos mención en este apartado.
Mi
madre y yo hablamos y hablamos de ventajas y desventajas, finalmente y entre
grandes suspiros accedió a mantenerse al margen con la sola condición de que yo
atendiera todas y cada una de las necesidades de mi nueva novia.
No
cabiendo de gozo me serené y llamé a la compañía para hacer mi pedido que, como
todo buen cliente sabía, tardaría aproximadamente seis meses y medio para
asegurar todas las especificaciones físicas y técnicas que yo había bosquejado:
1.60 metros de estatura, cabello azabache, tez blanca, ojos grandes, claros y
expresivos, nariz fina, labios rojos, carnosos y besables, cuerpo esbelto, sin
ser escuálido, redondeado por un par de pechos razonables que pudiera tocar por
las noches; las caderas debían ser sutiles
pero decididas, ya para finalizar un par de pompis redondas, justo en forma de
pera, coronarían el modelo. En cuanto a su forma de ser debía ser cariñosa y
leal, expresiva, que le gustara leer y tuviera un toque artístico, tendría que ser
soñadora y culta, hacendosa pero aventurera, en fin, contener dualidades que
bien podrían hacerme olvidar los circuitos eléctricos dentro de ella. Finalmente
especifiqué que en cuanto a lo sexual me gustaría que fuera tímida pero salvaje,
como los gatitos que pelean con bolas de estambre.
Al
cabo de dos semanas me llegó el sketch ilustrado en tres dimensiones, decidí
confiar en él dado que el animado en 5d elevaba mucho los costos y ya estaba
gastando una fortuna en esta nueva empresa, todo con el solo fin de ser feliz.
Fue
durante la larga espera que empezaron a suceder accidentes con algunos modelos
electrónicos en diversas partes del mundo. En Londres un hombre perdió sus
labios cuando su novia empezó a mordisquearlo. Trascendió que la culpa fue de
él puesto que en las especificaciones solicitó un prototipo apasionado y
mordelón. En Japón otro hombre se fracturó tres costillas cuando su mujer
electrónica le propinó un gran abrazo, resultó que igualmente en sus
requerimientos pidió que su pareja le apapachara firmemente. Finalmente, en
Estados Unidos un viejecito perdió la vida cuando intentaba realizar una
posición sexual extraña, de esas contraindicadas para alguien con más de 33
años. Todos y cada uno de los casos fueron explicados por la compañía,
aduciendo errores en la forma de solicitud de los consumidores y en todo caso
deslindándose de responsabilidades.
Yo
comencé a tener mis dudas al respecto a pesar de haber realizado el pago total,
que como ya he mencionado antes, podía sufragar el costo de varias propiedades.
La fecha de recibir a mi novia eléctrica se acercaba y yo sentía una extraña
emoción nerviosa combinada con miedo a lo desconocido. Era como entrar
nuevamente al aula virtual de clases.
Para
serenarme comencé a salir nuevamente, caminaba por el parque de metales e iba
al cine 5d, aún me inscribí a una carrera mortal de autos voladores. Entonces
sucedió. Ese día me encontraba en un bar de la zona más exclusiva de la ciudad
bebiendo sustancias de colores cuando noté a la impresionante
mujer sentada en la barra junto a mí, le hablé y ella me contestó sonriendo
dulce y seductoramente. Apenas cruzamos palabras, pero fue el momento más
sublime que había vivido nunca, la eternidad y lo efímero conjugados en apenas
cinco minutos. Al poco rato llegó su dueño, como supe más tarde, ya que cuando
la levantó del asiento para llevársela con rumbo desconocido, noté en su brazo
la marca indefectible que probaba que ella también era una novia eléctrica, a
mi parecer, la criatura más perfecta creada por ningún hombre (o dios).
Al
poco tiempo llegó mi propia novia eléctrica a mi domicilio, era fantástica, no
me malentiendan, justo como la ordené, pero no había podido borrarme la imagen
de esa mujer artificio incólume que conocí aquel día en el bar. No importaron
las visitas reiteradas al antro mencionado para volverla a encontrar, ni
tampoco las incontables llamadas que realicé a la compañía para que me
proporcionaran datos y especificaciones de una máquina de la que ni siquiera conocía
el nombre o modelo.
¡Estoy
harto!, tanto así, que tal vez comience a salir con chicas de carne y hueso.