Marzo: el mes en el que nacieron todas las flores ¡felicidades má!

martes, 29 de mayo de 2012

Cómo han pasado los años...

¿Cuánto pesan los años queridos amigos? ¿Pesan lo mismo o modifican su peso según el transcurso del tiempo?

Aquí mi punto de vista :D


sábado, 19 de mayo de 2012

Avatar para los pro-PeñaNieto

Ya llegó, ya está aquí, el avatar Creative Commons para twitter o facebook para los que apoyan a Peña Nieto. Siéntase libres de usarlo. 

(Como siempre, click para hacer grande la imagen).

Enjoy!



jueves, 17 de mayo de 2012

Minicuento: el encuentro


Todos buscamos al amor de nuestra vida, unos más otros menos, consciente o inconscientemente. El siguiente minicuento habla de que estos encuentros no son necesariamente como los imaginamos.

Mi deseo es que mantengamos la mente abierta…



El encuentro
Por Darío Jurado


Por fin miré al amor de mi vida. Lo supe al instante.

El suspiro de todos los suspiros coronó los cientos de relojes de arena que habían extinguido su tiempo y los miles de kilómetros que habían quedado atrás en mi travesía amorosa.  

Ella me miró y lo supo igualmente.

Corrió hacia mi ligera y núbil.

Sus manos lozanas se entrelazaron en los pliegues marchitos de las mías. 

lunes, 14 de mayo de 2012

Los trastes sucios


Les comparto un cuento que escribí hace un par de meses con la inspiración que me deja lavar los trastes en mi casa ¡ya saben! siempre de misterio.



Los trastes sucios
Por Darío Jurado



Todo comenzó un día en que Tobías se levantó de la cama para calmar su hambre después de una ajetreada fiesta. La cabeza aún le daba vueltas cuando al entrar a su cocina notó que todos sus trastes estaban sucios sobre el fregadero.

Si bien este hecho tomó a Tobías por sorpresa dado que era un hombre en extremo pulcro, culpó a su resaca por no recordar el haber usado tanto utensilio en jornadas pasadas. Impasible, comenzó a lavar todos y cada uno de los trastes con el cuidado y amor de siempre.

Al cabo de algún tiempo su fregadero estaba limpio y los trastes en orden para ser usados cuando él quisiese.

A la mañana siguiente Tobías despertó de muy buen humor habiendo dejado atrás los malestares del día pasado. Sonriente, entró a su cocina para servirse un vaso de leche cuando observó con asombro que nuevamente todos sus trastes estaban sucios sobre el fregadero.

Tobías se extrañó sobremanera de este hecho, no pudiendo recordar que él los hubiera usado en forma alguna. Preocupado, se acercó a la pila y comenzó a recordar sus actividades del día anterior mientras lavaba sus trastes en forma lenta pero decidida.

Después de varias decenas de minutos el fregadero lucía flamante y los trastes se podían observar acomodados en cada una de las gavetas correspondientes.

Para asegurarse de no ensuciar ningún cubierto ese día, Tobías decidió salir a comer a un restaurante. La caminata le sentó muy bien y prácticamente olvidó los extraños eventos al disfrutar de ver niños corriendo por el parque y a una pareja de ancianos alimentando a las palomas insaciables.

Al regresar a su casa comprobó con gran alivio que su fregadero permanecía limpio y los trastes colocados justo como él lo había dispuesto.

Esa noche Tobías soñó con platos voladores, vasos marineros y cubiertos parlantes.

A la mañana siguiente, Tobías se despertó temprano ya sin recordar los desagradables sucesos de los días precedentes cuando al entrar a su cocina notó con horror que el fregadero se encontraba nuevamente lleno de utensilios mugrientos. Esta vez estaba seguro que él no había hecho nada por ensuciarlos. Esta situación le pareció de lo más extraña y alucinante, acaso un poco tenebrosa, pero aún con todo decidió conservar la calma, así que se arremangó la pijama y se encaminó al fregadero para enjabonar una vez más sus trastes y pensar en una solución para tan curioso caso.

Esa noche Tobías dispuso montar una guardia para descubrir quién o qué cosa era lo que originaba esta situación. Así que se hizo acompañar de un buen libro y múltiples tazas de café para permanecer despierto y desenmarañar aquel asunto.

Así dio la media noche, la una, las dos, las tres, las cinco y las seis y nada, por ningún lado aparecía la razón que diera luz a tal hecho.  Al fin Tobías se rindió y con un suspiro de alivio pensó en que probablemente el lío estaba resuelto, así que se entregó al sueño apacible que sólo se logra después de una afanosa jornada.

Esa mañana Tobías soñó con vasos voladores, platos parlantes y cubiertos marineros.

Al abrir los ojos ya entrada la tarde, Tobías quedó estupefacto al notar que de nuevo sus trastes estaban sucios sobre el fregadero; sintió un caminito de hormiguitas en su cuello y esa sensación de vacío en el cogote tan característica de los hechos sobrenaturales que ponen los pelos de punta.

Al recuperar su aliento, Tobías decidió que probablemente los trastes eran el problema, estarían hechizados o tal vez malditos, nunca había confiado mucho en ellos, al menos no como lo hacía con sus padres, el sacerdote o las moderadoras de debates televisivos, así que decidió deshacerse de ellos a la brevedad posible. Ya saben, cortar de raíz la yerba mala.

Buscó un costal de los que se usan para tirar cascajo y rápidamente echó platos, vasos, cubiertos y todo enser raro que se usa en la cocina. Presuroso, tomó su coche y manejó sin rumbo fijo por largo tiempo hasta que vio un lugar en donde tirarlos sin que nadie lo reprendiera o lo notara. Paró el vehículo y con mucha destreza, como si él se dedicara a aniquilar utensilios de cocina profesionalmente,  se deshizo de ellos.

De regreso a su casa Tobías sintió un gran alivio por haber puesto fin a tan molón problema.

Esa noche soñó con cubiertos voladores, platos marineros y vasos parlantes.

A la mañana siguiente, Tobías bajó a su cocina sólo para casi desmayarse cuando vio que los trastes yacían ahí donde el fregadero, cochambrosos y escalofriantes como siempre.

Cuando al fin pudo recuperarse de tal sobresalto pensó en que no había solución a aquel dilema. Resignado, Tobías se arremangó las mangas para comenzar a lavar los dichosos trastos.

Desde entonces Tobías se levanta muy temprano todas las mañanas para bajar a su cocina, acercarse a su fregadero y lavar concienzudamente todos los utensilios que aparecen siempre sucios y en el mismo sitio. Después de dejarlos como nuevos, Tobías los sube a su carro y se apresura a encaminarse a su exitoso puesto en el mercado local: ”Enseres Tobías, utensilios de cocina a precios ridículos”.

La gente se arremolina para adquirir cucharas, cuchillos, tenedores, platos, vasos y demás aparejos que como por arte de magia han desaparecido de los anaqueles de sus cocinas.

Ahora el único problema de Tobías es que sus sueños están llenos de utensilios de cocina parlantes.