El mensaje
Desperté cuando sentí un ligero roce. Miré a la culpable,
una pequeña niña famélica se paseaba por el vagón entregando papelitos a los pasajeros.
Bajé la vista y miré el mensaje depositado en mi rodilla.
Estiré la mano para desenrollar la hoja y leí: “Tengo hambre”.
Me inundó un súbito escalofrío. Levanté la cabeza y miré a
mi alrededor, los ocupantes del tren parecían haber inadvertido aquella presencia.
Sin embargo supe que algo no estaba bien, noté que se me
había secado la boca y no pude articular palabra cuando quise advertir a mis
compañeros de asiento. Desordenadamente y con un nerviosismo frenético busqué
entre mis cosas para darle algo. En ese instante, la niñita llegó al final del
vagón y se dio la vuelta. La miré horrorizado, en las cuencas donde tendrían
que haber estado sus ojos pude ver la profundidad abismal de un hambre terrible
y demencial.
Aquella noche sería el único sobreviviente de la masacre que
estaba a punto de ocurrir.
¿Y luego? Le falta final, señor. O algo que remate la historia, o ligue la última frase con todo lo demás.
ResponderEliminar¿Y luego? Le falta final, señor. O algo que remate la historia, o ligue la última frase con todo lo demás.
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