Quiero aclarar que el personaje no soy yo, ni representa mi ideología, ni mis creencias, ni está inspirado en un hecho real ni nada por el estilo, jaja; hay personas que se vuelan en sus interpretaciones de lo que escriben otros. Entonces ya dije, léase con la mente abierta (sobre todo las mujeres).
Igual y estoy exagerando, si lo leen me dan su opinión ¿vale?
El héroe
Desperté con un terrible dolor de cabeza. El cerebro me
punzaba y todo me daba vueltas. La luz entraba cabronamente por la ventana, así
que giré el rostro para esconder mis ojos y descubrí que ella estaba ahí a mi
lado, ahogada de borracha, pero
preciosa en la tranquilidad que sólo puede lograrse después de meterse de todo
por horas, horas y horas. Se me paró. Pensé en aprovechar la situación para echarme una paja en chinga loca, pero rápidamente deseché la idea cuando
comencé a desabrocharle la blusa y no se movió ni tantito, ni un milímetro, de
verdad que estaba muerta; entonces decidí aplicar el mañanero completo, sinceramente una
cosa un tanto osada, considerando que no era mi vieja ni nada, pero al final supuse
que a ella no iba a importarle lo que le hiciera en ese preciso momento.
Me chupé las yemas de los dedos y puse manos a la obra. Despacito
le desabotoné el pantalón y le bajé el cierre, jalé temblorosa pero
delicadamente. Casi lloro de la felicidad cuando se asomaron sus calzones
rosas. Bendecí mi suerte, apreté los dientes y tomé los bordes con
ambas manos, pero cuando comencé a bajárselos me detuvo una inscripción
inesperada. Su pelvis rosa estaba defendida por un hito escrito con marcador
negro —imagino que indeleble— que enunciaba solemnemente “Esta pucha es mía”.
¡No mames! No les voy a mentir, el mirar esa frase en perfecta caligrafía me
desconcertó un poco y me hizo pensar en la naturaleza de lo que estaba haciendo,
por un momento decidí desistir, pero luego lo pensé mejor y estuve seguro de que la
persona que había escrito eso era tan egoísta y mamona que no merecía mi consideración,
¡mira que dejar que esa preciosura fuera material para un solo pendejo! Me
pareció la idea más estúpida e inaceptable del mundo.
Me paré como pude y avancé trastabillando hacia mi
escritorio, abrí un cajón y saqué un marcador. Di la vuelta, me arrodillé ante
ella y con el arma desenfundada justo arriba de su vagina escribí con letras
grandes y rojas, para él y para el mundo entero: “¡Y ahora, también mía, y
tuya, y de todooos cabrones!”.
Buen remate. Solo que no creo que haya espacio ahí para escribir tooodo eso.
ResponderEliminarSaliste completamente de tu estilo.
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