El último beso
La miré por última
vez y cerré los párpados. Abrí mis labios trémulamente y sentí la furia de su
ser acometiendo mis entrañas. Al principio lo disfruté, ya antes me habían
mordido levemente entre beso y beso, pero esta vez lo intuí diferente. Su
lengua impetuosa era apenas un accesorio distractor mientras mi alma se
desintegraba a mordiscos. Mi boca sabía a sangre.
Adiviné de súbito
su ausencia dejándome a mi suerte al tiempo que mi deseo vehemente se
sofocaba en el abismo de la nada.
No sé cuánto
tiempo llevo aquí. No sé dónde estoy. Soy incapaz de ver, oír, oler. Sólo puedo
sentir las heridas infringidas en mi ser, estigmas abisales de su infinita presencia.
-------------------------------------------------------------------
Antes de escribir
un minicuento siempre hago una reflexión para brindar contexto, pero en esta
ocasión sentí que develaría mucho acerca del contenido. Ahora les platico la anécdota
inspiradora:
Pues ahí me
tienen, acostado en un sillón con una mujer sobre mí (¡ay qué sabroso!). Nos
besábamos, o al menos eso intentaba yo, porque ella parecía más atenta en
morder cada resquicio de mis labios. Como en el cuento, al principio lo disfruté,
pero muy pronto esa sensación se tornó en sufrimiento, uno grande. En vano, procuré distintas técnicas besuconas y hasta la mordí fuerte como una forma de
indicarle “¡hey! Eso duele”, pero no funcionó, de hecho, creo que avivé más su
enjundia por las dentelladas. No dije nada ni me quejé porque no quería romper
el hechizo, sabía que en cuanto nos levantáramos de ese lugar desaparecerían en
el acto esos besos-mordiscos. Hoy por la mañana recordé ese hecho de antaño y
lo utilicé como tema para escribir. Lo que ahora me hace reír, en ese entonces fue un gran y
prolongado “ouuuuuuuuuuuch”, jajaja.
Cuéntenme, ¿se
han topado con un mordelón? ¿Les ha pasado algo similar?
No hay comentarios:
Publicar un comentario