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martes, 23 de agosto de 2016

Llegar a tiempo

Hoy comencé a reflexionar sobre “el tiempo” mientras realizaba mi recorrido matutino hacia a la agencia donde trabajo. Subí al metro y volteé a mi alrededor para descubrir cientos de personas con rostros adustos y frentes sudorosas, algunos aún medio dormidos y otros tantos con semblantes largos y serios, la mayoría con posturas homogéneas y movimientos autómatas. Entonces pensé ¿quién en su diabólica mente y magnánima capacidad de decisión definió un sistema numérico tan perfecto que pudiera comandar todos los albedríos del mundo? Porque justo eso es el tiempo y sus medidas ¿o no? Años, meses, días, horas y minutos que conforman parcialidades de vida, una suerte de segmentos temporales en nuestro camino hacia la muerte.

“El tiempo”, llegar con él, vivir para él, bajo su organización, según su puntualidad y sus reglas, en todo momento y en todos lados: el trabajo, la casa, la escuela, la junta, la reunión, la cita, la entrevista, la comida, el sueño, ¡hasta el sexo! Pero ¿realmente qué significa eso? ¿Alguien podría vivir sin tiempo? Y es ahí donde entra la segunda parte de esta reflexión, y a la que ataño su mayor sentido, ¿se puede vivir sin “ese tiempo”?

Para lograrlo tendríamos que pensar en él como una oportunidad y no como una imposición, ligarlo a los sentidos de una existencia, la nuestra, y dotarlo de una significación más profunda, acaso más fructífera y menos férrea y vejatoria: “llegar a tiempo”, sí, pero a la vida de las personas, al aprendizaje intelectual, a la fruición artística, a la experiencia cultural, al deleite carnal, al descubrimiento del otro, a la satisfacción del ser, a la conciencia nítida de estar hoy, que no ayer ni mañana… al embeleso de la certeza diáfana de una muerte plena. Observar el tiempo no como una medida numérica, sino como un contenedor de coyunturas vivificadoras.


Sí, eso reflexionaba durante la mañana, hasta que miré el imagotipo de la estación Coyoacán, y descendí del metro con la prisa acostumbrada para llegar y “checar a tiempo”.

1 comentario:

  1. Y durante siglos el solo concepto de sincronización o simultaneidad, que ahora damos por sentado, fue algo inalcanzable (e innecesario hasta finales del s. XIX). ¿Qué determina que dos eventos sean simultáneos? ¿Que sucedan al mismo tiempo? Y ¿cómo sabemos que lo son?

    Además, casi nadie sabe a quién darle las gracias por la sincronización atómicamente exacta en la que vivimos. Si tienes un rato, una lectura muy interesante es:

    Einstein's Clocks, Poincaré´s Maps - de Peter Galison (pídeme el pdf)

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