La cama caliente
Por Darío Jurado
Enrique siempre tenía frío. El único lugar donde no sentía
que se le helaban las entrañas era su cuarto, específicamente su cama, que
tenía la cualidad casi mágica de calentarse por las noches.
La ausencia de calidez en las mañanas le indicaba a Enrique
que había llegado un nuevo día. Casi mecánicamente se alistaba para salir y
hacer esas cosas que hace todo el mundo, vagabundear sin rumbo fijo haciendo
quién sabe qué cosas con el fin de dormir tranquilo por las noches. Y eso hacía.
Su rutina diaria se limitaba a añorar su cama caliente.
Mientras tanto, Lorena, la viuda de Enrique, se extrañaba del
por qué su cama se ponía fría de súbito por las noches, siempre a la misma
hora.
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