Desde ya ¡Gracias!
El
extraño caso de Benjamín Enciclopedia
Darío
Jurado
Se dice por ahí que en una ciudad de cuyo mote no
me acuerdo, existió un asombroso y peculiar personaje, su nombre
Benjamín, su apellido ya olvidado, pero suplantado por un alias que bien
describía la grandiosidad de fenómeno que él poseía: Enciclopedia.
Desde muy pequeño Benjamín Enciclopedia sorprendió
a sus padres, dedicados al humilde oficio de la agricultura, por su asombrosa
capacidad de retención de significados. Aún antes de hablar podía escoger con
facilidad entre una amplia variedad de bebidas y papillas, haciendo saber que
prefería una u otra mediante chillidos cortos o pausados a manera de lenguaje.
No pasó mucho tiempo antes de que Benjamín
Enciclopedia comenzara a hablar, y lo hizo tan bien y con tanta facilidad que
al tener apenas un año ya poseía un léxico superior al de su madre y su padre,
juntos.
Esto asombró sobremanera a aquellos hombrecillos,
que por supuesto poseían una gran cultura, pero sobretodo una que se encontraba
basada en la experiencia, en el recorrer caminos atestados de diferentes plantas
y vegetales, en el conocer cuándo podía degustarse una fruta en plenitud, y
cuándo era mejor hacer labores de metate al natural, entiéndase el retozar en
medio de la naturaleza, sin el temor a ser vistos por la fauna de aquel lugar,
que era muy curiosa por cierto, pero eso es historia de otro cuento.
Los padres de Benjamín Enciclopedia pensaron
durante muchos días y noches qué hacer ante esta disparatada situación,
temerosos en primera instancia, puesto que probablemente habían sido sujetos a
algún embrujo lanzado a mansalva en alguno de sus fortuitos encuentros
pasionales entre las milpas; esto podría haber sido perpetrado por alguna bruja
senil y amargada que hubiera sentido envidia de la lozanía de sus cuerpos
desnudos entrelazados.
Sin dejarse llevar por el impulso del momento,
pensaron muy bien qué acción tomar durante los siguientes dos años, hasta que
decidieron informarle a la persona de mayor conocimiento y cultura en la ciudad,
el capellán Bonifacio Rendón, pero no nos adelantemos.
Ya para entonces circulaba una versión en el
pueblo, y ésta era que Benjamín Enciclopedia había nacido con cola de cochino,
dadas las múltiples invitaciones a los jolgorios comunales que habían sido
hechas a sus padres y que siempre se topaban con una negativa, aduciendo
enfermedades que afectaban al chicuelo, lo que no le permitía salir de casa
bajo ninguna circunstancia.
Esto no hizo más que fortalecer aquel rumor, y
algunos narradores orales aún aumentaron la característica de que el retoño
también poseía unas largas y peludas orejas de borrico.
El clamor popular por conocer a Benjamín
Enciclopedia siguió creciendo, tal y como un misterio secular o de
creación. Se hablaba de él en la taberna y el mercado, al igual que en el
río y durante la lectura de los pasajes más aburridos que se abordaban en la
Iglesia. De hecho, cirqueros y gitanos llegaron a ofrecer a los padres una
moneda de oro para poder presentar a ese fenómeno a cientos de personas en
diversas comunidades, algunas muy lejanas la una de la otra.
Gracias al amor que le profesaban a Benjamín
Enciclopedia y a que tuvieron excesivo cuidado con él, no hubo ser vivo al que
se le permitiera verlo durante sus primeros cinco años de vida, porque sus
padres tardaron dos años en decidirse a hablar con el capellán y otros dos en
cómo hacerlo.
Durante esos cuatro años los únicos amigos de
Benjamín Enciclopedia serían los libros que su padre le conseguía de quién sabe
dónde, porque de ello no se guardó registro alguno. Lo que sí se sabe es que
los devoraba por igual (en el sentido figurado), así que igualmente leyó
a filósofos y físicos, historiadores y astrónomos, artistas y alquimistas,
chefs y juglares, todos poseedores de compendios de chismes de reinos ya
olvidados.
Por fin sucedió.
Un buen domingo, los padres de Benjamín
Enciclopedia se presentaron en la Iglesia llevando consigo a un niño muy bello
y sano, sin la mencionada cola porcina ni las orejas de burro, pero con la
particularidad de hablar un prodigioso y perfecto español, cargado de grandes
recursos estilísticos, acaso solamente comparados con la retórica magra del
capellán Bonifacio Rendón, que hablaba fuerte y claro, formándosele masita en
la comisura de los labios por la gran emotividad con que acompañaba cada
homilía.
Semejante portento de criatura asombró a toda la
congregación al grado del fanatismo, que sólo atinó a pensar en él como un
mesías amalgamador de palabras. Un purasangre mítico que vendría a cambiar las
condiciones de pobreza y marginación que había vivido el pueblo por centurias.
(Y no, el pueblo del que no me acuerdo no es
México).
Acaso el más admirado en todo el recinto fue el
capellán Bonifacio Rendón, quien al principio dio gracias a Dios por haber
presenciado tal prodigio, acto seguido, fue embargado de un profundo temor,
dado que él poseía una imagen imperativa y solemne en el pueblo. También dueño
de un ardid de palabras domingueras que sólo él conocía en el lugar, ejecutando
cantares con perfección con el fin de sosegar dudas respecto a su posible gusto
por jovenzuelas y el vino de consagración, que por alguna razón desconocida,
nunca acompañó a las hostias en el apartado de la comunión.
El capellán Bonifacio Rendón pidió serenidad a la
Trinidad Santísima y ésta le fue concedida por derecho divino. Entonces
solemnemente se acercó a tan soberana criatura y le miró con un aire de
superioridad y ternura.
Musitó un bello cantar que contenía algunas de sus
más escondidas palabras hablando del Espíritu Santo y cómo solía posarse en
almas núbiles inocentes a través de lenguas de fuego, y de cómo la sociedad
tenía un compromiso con estos extraordinarios seres que sólo nacían con la
alineación de ciertos astros cada quinientos años. Al fin, toda la faramalla de
palabras rebuscadas surtió efecto en los padres de Benjamín Enciclopedia, los
cuales “decidieron” que lo mejor era mandar a ese niño a un confinamiento en el
monasterio de los monjes sabios, un lugar en donde podría dar rienda suelta a
todo el conocimiento que quisiera captar, pues tal sitio tenía la mayor
concentración de mentes eruditas, así como un sin fin de libros
provenientes de las más remotas y antiguas polis. Se dice que sus magnánimos
anaqueles contenían obras, tal y como el mar contiene granos de arena.
Sin mucha emoción y con la templanza que siempre
caracterizó a Benjamín Enciclopedia, sólo susurró un sí, acto que permitió
sonreír a sus padres, gritar de júbilo a todo el pueblo, y suspirar de alivio
al capellán Bonifacio Rendón.
Días después y apresurando todo trámite para lograr
su entrada a tan ilustre morada, se vio a Benjamín Enciclopedia caminar junto a
sus padres tomando el camino pedregoso y enjuto que llevaba a aquel lejano
sitio.
Lo que sucedió en los siguientes años es vago y
confuso, dada la vida frugal de aquellos anacoretas; sólo puedo referir que se
supo que ahí vivió infancia y juventud, primero tratando a aquellos monjes sabios
como colegas y compañeros de estudio, pero pronto dejándolos muy atrás en
cuanto a la cantidad de conocimientos que puede albergar un cerebro de tamaño
regular.
Llegó a superar a las mejores mentes de aquella
época, de todos lados, extraordinariamente libre de toda concupiscencia que
representa el conocer muchas cosas de múltiples disciplinas y ciencias.
Lo que nadie supo y yo por casualidad sé, es que
Benjamín Enciclopedia tenía un problema, y éste no era su capacidad de guardar
con retención fotográfica cualquier texto o conocimiento que se le presentase,
una suerte de cualidad sin igual para repetir con puntos y comas todos los
libros que había leído hasta entonces, sino que nunca, óiganme bien, ¡nunca!,
comprendió nada.
Falleció sin gloria, sin registro histórico de su
paso por este mundo y sin que nadie lo supiese.
Alguien, que no yo, descubrió este magnífico
incidente y tuvo a bien recordarlo en su epitafio que aún puede leerse en su
lápida funeraria, sobria y derruida, paradójicamente ubicada a la sombra de un
manzano en un páramo sombrío que sólo pocos ancianos conocen:
Aquí yace Benjamín Enciclopedia, aquél que todo
sabía y nada comprendía…
Muy bueno io!!! Publicalo en otro lugar :)
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