Una amalgama holística trágico-cómico-musical de narraciones, anécdotas, monos y otras chuchadas.
Marzo: el mes en el que nacieron todas las flores ¡felicidades má!
jueves, 31 de mayo de 2012
miércoles, 30 de mayo de 2012
martes, 29 de mayo de 2012
Cómo han pasado los años...
¿Cuánto pesan los años queridos amigos? ¿Pesan lo mismo o modifican su peso según el transcurso del tiempo?
Aquí mi punto de vista :D
lunes, 28 de mayo de 2012
martes, 22 de mayo de 2012
sábado, 19 de mayo de 2012
Avatar para los pro-PeñaNieto
Ya llegó, ya está aquí, el avatar Creative Commons para twitter o facebook para los que apoyan a Peña Nieto. Siéntase libres de usarlo.
(Como siempre, click para hacer grande la imagen).
Enjoy!
jueves, 17 de mayo de 2012
Minicuento: el encuentro
Todos buscamos al amor de nuestra vida, unos más otros
menos, consciente o inconscientemente. El siguiente minicuento habla de que
estos encuentros no son necesariamente como los imaginamos.
Mi deseo es que mantengamos la mente abierta…
El encuentro
Por Darío Jurado
Por fin miré al amor de mi vida. Lo supe al instante.
El suspiro de todos los suspiros coronó los cientos de
relojes de arena que habían extinguido su tiempo y los miles de kilómetros que
habían quedado atrás en mi travesía amorosa.
Ella me miró y lo supo igualmente.
Corrió hacia mi ligera y núbil.
Sus manos lozanas se entrelazaron en los pliegues marchitos de
las mías.
lunes, 14 de mayo de 2012
Los trastes sucios
Les comparto un cuento que escribí hace un par de meses con la inspiración que me deja lavar los trastes en mi casa ¡ya saben! siempre de misterio.
Los trastes sucios
Por Darío Jurado
Todo
comenzó un día en que Tobías se levantó de la cama para calmar su hambre después
de una ajetreada fiesta. La cabeza aún le daba vueltas cuando al entrar a su
cocina notó que todos sus trastes estaban sucios sobre el fregadero.
Si
bien este hecho tomó a Tobías por sorpresa dado que era un hombre en extremo
pulcro, culpó a su resaca por no recordar el haber usado tanto utensilio en jornadas
pasadas. Impasible, comenzó a lavar todos y cada uno de los trastes con el
cuidado y amor de siempre.
Al
cabo de algún tiempo su fregadero estaba limpio y los trastes en orden para ser
usados cuando él quisiese.
A la
mañana siguiente Tobías despertó de muy buen humor habiendo dejado atrás los
malestares del día pasado. Sonriente, entró a su cocina para servirse un vaso de
leche cuando observó con asombro que nuevamente todos sus trastes estaban
sucios sobre el fregadero.
Tobías
se extrañó sobremanera de este hecho, no pudiendo recordar que él los hubiera
usado en forma alguna. Preocupado, se acercó a la pila y comenzó a recordar sus
actividades del día anterior mientras lavaba sus trastes en forma lenta pero
decidida.
Después de varias decenas de minutos el fregadero lucía flamante y los trastes se podían
observar acomodados en cada una de las gavetas correspondientes.
Para
asegurarse de no ensuciar ningún cubierto ese día, Tobías decidió salir a comer
a un restaurante. La caminata le sentó muy bien y prácticamente olvidó los
extraños eventos al disfrutar de ver niños corriendo por el parque y a una pareja
de ancianos alimentando a las palomas insaciables.
Al regresar a su casa comprobó con gran alivio
que su fregadero permanecía limpio y los trastes colocados justo como él lo
había dispuesto.
Esa
noche Tobías soñó con platos voladores, vasos marineros y cubiertos parlantes.
A la
mañana siguiente, Tobías se despertó temprano ya sin recordar los desagradables
sucesos de los días precedentes cuando al entrar a su cocina notó con horror que
el fregadero se encontraba nuevamente lleno de utensilios mugrientos. Esta vez
estaba seguro que él no había hecho nada por ensuciarlos. Esta situación le
pareció de lo más extraña y alucinante, acaso un poco tenebrosa, pero aún con
todo decidió conservar la calma, así que se arremangó la pijama y se encaminó
al fregadero para enjabonar una vez más sus trastes y pensar en una solución para
tan curioso caso.
Esa
noche Tobías dispuso montar una guardia para descubrir quién o qué cosa era lo
que originaba esta situación. Así que se hizo acompañar de un buen libro y
múltiples tazas de café para permanecer despierto y desenmarañar aquel asunto.
Así dio
la media noche, la una, las dos, las tres, las cinco y las seis y nada, por
ningún lado aparecía la razón que diera luz a tal hecho. Al fin Tobías se rindió y con un suspiro de
alivio pensó en que probablemente el lío estaba resuelto, así que se entregó al
sueño apacible que sólo se logra después de una afanosa jornada.
Esa
mañana Tobías soñó con vasos voladores, platos parlantes y cubiertos marineros.
Al
abrir los ojos ya entrada la tarde, Tobías quedó estupefacto al notar que de
nuevo sus trastes estaban sucios sobre el fregadero; sintió un caminito de
hormiguitas en su cuello y esa sensación de vacío en el cogote tan característica
de los hechos sobrenaturales que ponen los pelos de punta.
Al
recuperar su aliento, Tobías decidió que probablemente los trastes eran el
problema, estarían hechizados o tal vez malditos, nunca había confiado mucho en
ellos, al menos no como lo hacía con sus padres, el sacerdote o las moderadoras
de debates televisivos, así que decidió deshacerse de ellos a la brevedad
posible. Ya saben, cortar de raíz la yerba mala.
Buscó
un costal de los que se usan para tirar cascajo y rápidamente echó platos,
vasos, cubiertos y todo enser raro que se usa en la cocina. Presuroso, tomó su
coche y manejó sin rumbo fijo por largo tiempo hasta que vio un
lugar en donde tirarlos sin que nadie lo reprendiera o lo notara. Paró el
vehículo y con mucha destreza, como si él se dedicara a aniquilar utensilios de
cocina profesionalmente, se deshizo de
ellos.
De
regreso a su casa Tobías sintió un gran alivio por haber puesto fin a tan molón
problema.
Esa
noche soñó con cubiertos voladores, platos marineros y vasos parlantes.
A la
mañana siguiente, Tobías bajó a su cocina sólo para casi desmayarse cuando vio
que los trastes yacían ahí donde el fregadero, cochambrosos y escalofriantes
como siempre.
Cuando
al fin pudo recuperarse de tal sobresalto pensó en que no había solución a aquel dilema. Resignado, Tobías se arremangó las mangas para comenzar a lavar los
dichosos trastos.
Desde
entonces Tobías se levanta muy temprano todas las mañanas para bajar a su
cocina, acercarse a su fregadero y lavar concienzudamente todos los utensilios
que aparecen siempre sucios y en el mismo sitio. Después de dejarlos como
nuevos, Tobías los sube a su carro y se apresura a encaminarse a su exitoso
puesto en el mercado local: ”Enseres Tobías, utensilios de cocina a precios
ridículos”.
La
gente se arremolina para adquirir cucharas, cuchillos, tenedores, platos, vasos
y demás aparejos que como por arte de magia han desaparecido de los anaqueles
de sus cocinas.
Ahora el único problema de Tobías es que sus sueños están llenos de utensilios de cocina parlantes.
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